lunes, 10 de enero de 2011

El estilo de los políticos: Manuel Chaves

Por Pilar Portero
¿Se puede estar jubilado y ser ministro? si, claro. Hasta los 67 años vamos a tener que seguir currando -los que tengan trabajo, claro-. A Chaves, que este 2011 cumple 66, le queda un año y pico -aunque según la actual legislatura ya debería ser pensionista. A Rubalcaba, a punto de los 60, le da para otra legislatura, a Elena Salgado le faltan 5 y a Jaúregui, 4. Algunos de estos sexagenarios desempeñan una trepidante actividad pero a otros te les imaginas más en la Casa del Jubilado jugando al mus. Ese es el caso de Manuel Chaves, vicepresidente tercero y ministro de política territorial.
El escaso morbo que despierta entre los periodistas se debe más a las competencias que maneja que a su atractivo. Eso es evidente. Rubalcaba, el vice primero, no es ningún tío bueno pero para muchos desprende un poderoso sex appeal. La razón, la misma que envuelve a los artistas en un halo seductor: su proyección mediática. Esa imagen que nos construimos basada en lo que nos cuentan de ellos y que normalmente es más generosa, tanto para lo bueno como para lo malo, que la real.

Lo que nos ocupaba hoy, sin embargo, es la no capacidad de Chaves para transmitir que sigue en activo. Es la pescadilla que se muerde la cola. Nadie le para en los pasillos, y cuando lo haces -como último recurso, la verdad- no puedes evitar grabar en tu cerebro la orden de no volverlo a hacer si no es por una razón justificada. Sus respuestas vacías le hacen un flaco favor. Solo te acuerdas de que existe cuando pasa a tu lado. O cuando en una foto, como en la de la semana pasada acompañando a Rubalcaba a poner las pilas a Griñan, se le percibe de refilón.

A mi me transmite la sensación de que ya está cansado de la política: de sus medias verdades, de los codazos, de las intrigas, de lo que hay que callar y de lo que hay que ver. Ha tocado techo y está viviendo en directo el declive del Gobierno. Ya le pasó con Felipe González pero entonces era más joven y la ambición estaba intacta. Las circunstancias son distintas, también. Sus zapatos Oxford en ante marrón y su traje holgado ya dan pistas sobre su actitud ante esta última etapa laboral. Primero, la comodidad. Su semblante relajado y la mano en el bolsillo certifican que él pasaba por ahí antes de irse para allá.

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